INFANCIA TRABAJADORA, TENSIONES Y DESAFÍOS.
Introducción
. Lía Esther Lemus Gómez.
Acompañante de niños y niñas trabajadores.
Fundación Creciendo Unidos.
Lic. En Ciencias Sociales.
Master en Investigación Social Interdisciplinaria.
A través del presente documento realizaré algunas apreciaciones en torno al abordaje actual, en relación con la infancia trabajadora. Develando el como este abordaje esta dado en un escenario de conflicto, permeado por la imposición de discursos en contradicción con las realidades locales. En un primer momento, abordaré la construcción histórica de la categoría social de infancia, realizando algunos aportes en relación con su inserción en el escenario Latino Americano. Tomando como punto de partida este contexto buscaré visibilizar la relación tensionante dada, en la correlación de dos enfoques: primero el enfoque de la erradicación del trabajo infantil, y en segundo lugar, el enfoque de la valoración crítica del mismo. Para finalizar el documento, compartiré algunos aportes y reflexiones dadas desde experiencias de acompañamiento a nivel educativo y organizativo con grupos de niños y niñas trabajadores de la ciudad de Bogotá.
CONSTRUCCIÓN DE LA CATEGORÍA SOCIAL DE INFANCIA.
Para iniciar se hace necesario señalar, que al hablar de la categoría de infancia, se está haciendo referencia, a una construcción histórica y cultural adulto céntrica, propia de la sociedad moderna, más allá de posturas biologístas. Es así, como esta categoría adquiere unas connotaciones específicas y diferentes según la época, la cultura y la clase social. En cada sociedad y en cada cultura predomina un concepto de infancia y este dominio influye en la manera como se trata a los niñ@s.
En la antigüedad romana, tal como señala Philippe Aries, la vida era dada dos veces la primera, al salir del vientre materno, y la segunda, cuando el padre lo elevaba para ofrecerlo a los dioses. Esto es coherente con la importancia de los vínculos electivos en la antigüedad respecto a los sanguíneos. Esta situación, comienza a cambiar a partir de los siglos II y III (no por méritos del cristianismo, sino que los cristianos se apoderaron de la nueva moral) surge un nuevo modelo de familia, que repercute en el niño. Los vínculos carnales, comienzan a ser importantes; en efecto, el matrimonio comienza a predominar sobre otras maneras de unión. De esta forma, la fecundidad adquiere un valor determinante y va a preparar a muy largo plazo la función que desempeñará el niño.
En la edad media, el poder del individuo no dependía del rango sino del número y cantidad de vasallos que tenía a su poder, la cual se funde con la familia y con los lazos de sangre son los que mejor asegurar la lealtad, se potencia la revalorización de la fecundidad.
Pero la infancia, a lo largo de la Edad Media, permanece en las sombras; es a partir del siglo XIV donde comienza a concederse cierta importancia a esta categoría. Desde del siglo XVI, los niños adquieren valor en sí mismos; Aries señalaba el modo de vestir de los infantes, como evidencia de lo que sucedía en tiempos medievales y se diferenciaba del atuendo de los adultos.
En este reconocimiento de la acepción moderna de infancia es de registrar la obra el Juan Jacobo Rousseau (1721 -1778), quien por medio del Emilio dado a conocer en el año 1762, instaurará uno de los puntos de partida de lo que conocemos como infancia moderna, por lo tanto, el descubrimiento de Rousseau será el niño como un ser sustancialmente diferente del adulto.
Así pues, la infancia tal como es entendida y representada en su acepción moderna, no existe antes del siglo XVI[1]. La infancia se constituye entonces en el resultado de un complejo proceso de definiciones, acciones, institucionales y cambios sociales en las representaciones e imaginarios del entramado social. De este modo, fundamenta Aries, que la infancia es una construcción histórica que termina de ser elaborada en la modernidad. No es una construcción natural.
En la esfera pedagógica y educativa, es de reconocer el aporte realizado por Jean Pestalozzi (1746 – 1827) quien descubre la infancia desheredada y pobre; comienza a emerger en la modernidad, quien reivindica la importancia de la educación y el cuidado de los niños campesinos y los niños pobres de las ciudades. Con este pedagogo, tal como lo señala Absalon Jiménez en su libro “Infancia Ciudad y Narrativa”, se pasa de una educación estamental a una educación para el hombre del pueblo, que debe ser elemental pero también de acuerdo a las circunstancias que el ciudadano vive”[2] Según Pestalozzi, la escuela de la modernidad se convertirá para el niño en el espacio intermedio, mas amplio que la familia y mas homogéneo que la ciudad.
El siglo XIX, es testigo de varias transformaciones en relación con la categoría que nos convoca, en este contexto, la Revolución Industrial develó el paso del trabajo manual, a el oficio de la producción maquinizada, del taller se pasará a la fábrica, y la vieja aristocracia cedió, su lugar a la burguesía.
El Capitalismo, trajo como consecuencia la explotación indiscriminada de la mano de obra, independiente del género y los grupos etáreos, en las principales ciudades de Inglaterra y EE.UU. Así se empiezan a visibilizar los niños de los grandes centros urbanos y en particular los hijos de los pobres, convirtiéndose en una preocupación para el Estado el niño trabajador tanto como el niño delincuente[3]. Esta preocupación trae tras de si, la clasificación del niño en tres categorías sobresalientes: los escolares, los hijos e hijas sin ocupación contemplada y los hijos e hijas de empleados.
La imagen tradicional de infancia termina de tomar forma tal como los señala Philippe Aries en el periodo comprendido entre 1850 y 1950 lapso que coincide con la consolidación de la urbe y el capitalismo en el mundo occidental. “Abandonando la calle” la cual pasa de ser espacio de socialización, donde se compartían oficios y aventuras con los adultos, para convertirse en sinónimo de inmoralidad; trayendo como consecuencia directa, la restricción del espacio de socialización de la infancia[4].
En este escenario, los mecanismos e ideas creadoras de la categoría, corresponden al control de la misma, podría pues afirmarse, que la historia de la infancia es la historia de su control, visibilizando la concepción del niño como un ser heterónomo que necesita protección. Esta construcción se da paralelamente al proceso de pedagogización que surge con el nacimiento de la escuela moderna; la escuela se constituye entonces, como la institución disciplinaria más importante de reproducción ampliada de la categoría que nos interesa. En este sentido, hasta por lo menos mediados del siglo XIX, la historia de la infancia esta directamente vinculada a la historia de la escuela. En términos de Mariano Narodowski, se ve a la niñez como el punto de partida y el punto de llegada de la pedagogía.
Podría pues afirmarse que es en la escuela donde se crea y recrea la categoría moderna de infancia, asignándosele a esta, características específicas como reivindicando una infancia “normal”, asignándosele a la infancia, la función continuadora de los valores y tradiciones “como un pasaporte hacia el futuro”, constituyendo a el niño o la niña como un mismo ser, obviando que aunque siendo el mismo sujeto, las dos categorías constituyen epistemológicamente objetos distintos, dada su naturaleza y función social. Del mismo modo, se asigna a la infancia como característica innata, la dependencia del mundo adulto. En tal medida, la infancia, y el interés por ésta, se encuentra expresado en dos sentidos: por un lado, como categoría y objeto de estudio; y por otro, como objeto de normalización. La obediencia hacia el adulto se da a cambio de protección, y este será uno de los principios rectores de la institución escolar moderna, la cual finalmente se constituye en un dispositivo de control de la niñez y la adolescencia. De ahí, el que en buena parte, la historia de la infancia moderna sea la historia de su control.
Bajo el manto del Estado, la institución escolar moderna será la encargada de definir los sujetos aptos y los inútiles; la edad se convertirá en el criterio para definir la anormalidad o la patología; y la adaptabilidad del niño se encontrará ligada a la existencia de currículos unificados. Es en este escenario en el que se refuerzan y definen los criterios de control de los cuerpos, niveles de inteligencia, edad, desempeño individual etc. Determinando el tiempo, lo positivo y lo negativo, lo beneficioso y lo perjudicial, lo normal y lo patológico. De esta manera, se categoriza la infancia desde diferentes saberes y disciplinas.
La pedagogización de la infancia da lugar, a la infantilización de parte de la sociedad. Esto significa que se pone en marcha un proceso a través del cual, la sociedad comienza a amar, proteger y considerar a los niños, ubicándolos en la institución escolar, en un papel central de Infantilización y escolarización, aparecen entonces estos dos fenómenos paralelos y complementarios.
Baquero y Naradowski, concluyen que la infancia es una construcción de la modernidad puesto que parte de la población se hace acreedora de una serie de características que serán condensadas en ciertas instituciones, así como la determinación de parámetros de limitación en los discursos científicos y normativos.
Enunciadas así las cosas, es de reconocer el estamos ante un tema polémico, en lo concreto, a nivel Latino Americano la Infancia trabajadora. Pero también queda en evidencia que estamos ante una cuestión mayor si intentamos colocar y apropiar el tema del mal llamado “trabajo infantil” como un discurso propio que debe implantarse sin tomar en cuenta las realidades de los contextos locales.
Mientras desde el pensamiento occidental y las naciones industrializadas se sientan sus realidades en la ya tradicional tendencia a la colonialidad del poder y del pensamiento, que históricamente le ha permitido ubicarse en la superioridad, en la posición dominante y en el derecho a señalar lo que es normal y lo que no lo es, lo que es civilizado y lo que sigue en la barbarie; las culturas del Sur se esfuerzan por hacerse reconocer no sólo en el campo de la infancia trabajadora, sino en otros campos vitales, para una radical revisión de la actual división internacional del poder y del saber.
En este escenario es de reconocer el que nos insertamos en una relación contradictoria, por un lado la imposición de discursos euro céntricos y por el otro las realidades locales y nacionales de America latina, relación que se abordara a continuación por un lado desde el enfoque de la erradicación del trabajo infantil en relación tensionante con el enfoque de la valoración critica del trabajo infantil.
LA INFANCIA TRABAJADORA Y EL ENFOQUE DE ERRADICACIÓN.
La OIT, y con ella un sinnúmero de organizaciones internacionales y nacionales de todo tipo, es la heredera más calificada de lo que en la historia de la infancia trabajadora se ha concretado en el llamado abolicionismo, a imagen y semejanza de la abolición de la esclavitud. Y es que el sentido común, expresión del imaginario y las representaciones sociales visibiliza una dimensión del sentimiento de infancia ideal. Si bien ello no significa que se haya tenido éxito en la abolición, sí hay que reconocer que a nivel de discurso jurídico y normativo, se camina hacia una universalización discursiva, aunque en abierta disonancia con lo que en la vida real de los países se constata a diario, incluyendo a los llamados países desarrollado. La firma y ratificación del Convenio 138 de 1973, hoy está prácticamente asumida por la mayoría de gobiernos; ni qué decir del convenio estrella, el C.182 de las peores formas de trabajo.
Hasta aquí, hay que reconocer un éxito de los lobbies, de las presiones, de los ofrecimientos, de la distribución de los recursos económicos y de la orquestación de masivos medios de comunicación con figuras reconocidas del mundo político, artístico, etc. La cuestión no está, hoy como ayer, en el plano jurídico en primer lugar, sino en los presupuestos del diagnóstico, del análisis, de los paradigmas que subyacen en la comprensión del fenómeno social de niños en el amplio y difuso mundo de lo que llamamos hoy trabajo.
Uno de los riesgos dados por la apropiación sin reflexión es la homogeneización, es decir, una universalización que no da cuenta de las culturas particulares. La clandestinización es otro efecto comprobado en ciudad de Bogota, y es que, ante ciertas prohibiciones, las horas de trabajo se han desplazado a horarios en los que no hay ni control policial, ni inspección de trabajo, configurándose cuadros de real ocultamiento, lo que hace más vulnerables a las niñas y niños “muchas veces nos toca trabajar mas tarde, por que nos coge el ICBF aunque la verdad es mas peligroso”[5]. Otro efecto lo tenemos en otras formas, la de limpieza social “uno sabe que si llegan los rallas hay que esconderse, porque nos tienen prohibido estar por fuera luego de las 6, pero nosotros trabajamos después de las diez”[6], como los casos de internación de menores de edad trabajando en calles y plazas “la otra vez nos copio la policía de menores a mi hermanito y a mi, a mi mamá le pegaron porque no quería que nos llevaran, como a los tres meses pudimos volver a la casa, ahora se que si llegan me escondo y ya”[7] . Todo ello fomenta la mano dura contra quienes trabajan, siendo familias trabajadoras, en calles o plazas, y mano dura es represión, es penalización de la pobreza, es endurecimiento de las normas, “no queremos que nos den nada, queremos que nos permitan trabajar, tenemos derecho a ayudar a nuestras familias” comenta Andrea niña trabajadora del 20 de julio.
Las estrategias fundamentales desde las cuales se intenta combatir el trabajo infantil en esta perspectiva, son la implementación y radicalización de herramientas jurídicas las cuales responden a lógicas importadas las cuales no toman en cuenta las realidades locales, incrementando progresivamente la edad mínima de ingreso al trabajo[8], la garantía del acceso al servicio educativo desde la gratuidad, así como la aparición de programas para el manejo del tiempo libre. Los efectos perversos no son señalados como una descalificación de políticas que sí deben asegurar la protección y el cumplimiento de los derechos que asisten a la infancia toda y a la infancia trabajadora en particular. Es para justamente abrir una reflexión más profunda sobre la complejidad del fenómeno y para evitar que el remedio sea peor que la enfermedad, como reza el dicho popular.
“En este sentido se ubican en el enfoque de la erradicación, sin que exista la posibilidad de reconocerle algún valor positivo del trabajo, lógicamente esto sucede porque se está actuando desde el concepto de “peor forma de trabajo infantil”. En estos programas efectivamente se logra contener a los niños y niñas en el espacio educativo, es decir, un porcentaje importante de niños se desvinculan de las actividades laborales, durante el tiempo que dura la intervención, e inician o retoman el ciclo educativo, cumpliendo con el objetivo de proteger a los niños frente al trabajo infantil.
Sin embargo, este comportamiento presenta problemas a nivel de sostenibilidad debido principalmente a que las condiciones económicas de sus familias regresando a su estado inicial una vez se termina la intervención, situación que facilita que los niños y niñas regresen a sus antiguas ocupaciones. En general esta condición todavía se encuentra asociada al incremento de la pobreza, y a la desproporción entre la fuerza laboral y las oportunidades para el empleo”[9]
Esta es la paradoja de la ceguera que acarrea el empecinamiento neocolonizador de quienes imponen a sangre y fuego planes abolicionistas en nuestras culturas. Trabajar después del Convenio 138 y 182, es estar, en nuestro caso, en la ilegalidad, ser infractores de las normas para un alto porcentaje. De allí a la reducción de la edad penal no hay sino un paso y resistirse a ser una población mendicante de políticas sociales asistencialistas y a devenir en dependientes colocará alrededor de 2.318.531[10] de los niños y niñas que hoy trabajan, en conflicto con la ley y posibles de consecuencias insospechadas tomando en cuenta su cada vez mayor invisibilización.
INFANCIA TRABAJADORA Y EL ENFOQUE DE LA VALORACIÓN CRITICA.
Hablar de infancia trabajadora implica directamente una transformación a nivel conceptual en contradicción con la categoría de trabajo infantil, ya que se antepone la noción de sujeto a la condición de trabajo. Entender a los niños y niñas desde esta perspectiva es darles su lugar de actores sociales como unos buscadores de ámbitos, trasgresores de límites para conseguir espacios de conciencia y de experiencia más extensos para apropiarse de horizontes nuevos considerando su naturaleza constituyente, reconociendo que mediante sus trabajos contribuyen a la conservación y desarrollo de la vida en sus comunidades en escenarios de inequidad social como los actuales.
La concepción del trabajo como un derecho humano, inalienable, independiente de clase social, género, edad, o cualquier otro criterio. Considerar el trabajo desde esta perspectiva es darle su lugar en la configuración de las estructuras sociales típicas para la especie humana. El trabajo, en este sentido, funciona como el instrumento a través del cual se transmiten saberes y tradiciones culturales, se humanizan las relaciones, se potencializa el desarrollo de los individuos y de las culturas. “a mi no me parece él que los grandes digan que en el trabajo nos maltratan o que por trabajar no estudiamos, yo por ejemplo tengo 13 años y estoy en séptimo, para mi el trabajo es una espacio en el cual aprendo, juego, soy mas responsable y lo mas importante ayudo a mi familia por que cada día es mas difícil tener plata”[11]
Sin embargo, las condiciones históricas, sociales y económicas de nuestros países, que funcionan bajo la lógica del mercado, lógica que por demás es impuesta, han conducido a una progresiva deshumanización del trabajo y una mayor pauperización de las condiciones de vida, perdiendo en muchas ocasiones su sentido ontológico y convirtiéndose en un mecanismo de control y explotación independiente de la edad.
En esta perspectiva, no se trata de eliminar o abolir el trabajo infantil sin tomar en cuenta las realidades locales, las cuales responden directamente a dinámicas propias de las comunidades a nivel cultural, económico, político y social. En este escenario lo que se busca es una mejora notable en relación con el mejoramiento de las condiciones de vida lo cual incluye el trabajo para todos y todas “no somos el problema, somos parte de la solución”, es decir, hacer un reconocimiento explícito del “valor del trabajo como derecho humano y, por ende, su incompatibilidad con todo aquello que lo niegue como tal” [12]
Humanizar el trabajo significa entonces combatir las condiciones, marcadas por la explotación laboral, en las que trabajan tanto adultos como niños porque, en esencia el problema no tiene que ver con la edad sino con el sistema de explotación existente.
El concepto de valoración según Cussianovich, se refiere a “la valía humana, personal y social que tiene el trabajo como componente en los procesos de humanización de la especie, y, por ende, el goce de este derecho”. La crítica “se refiere al ejercicio del mismo, habida cuenta de las diversas circunstancias en las que se da. Ni glorificación del trabajo como reductivo del ser humano, ni negación de su significación a partir de las actuales condiciones de su ejercicio”. Es despojarlo de todo aquello que en su ejercicio lo hace denigrante o nocivo.
El fundamento de la valoración crítica se sustenta entonces en la significación humana, ética, política cultural y pedagógica que el trabajo puede tener en la vida de los niños y niñas trabajadores y es una exigencia de su derecho a ser reconocidos en esas esferas. El asumir esta postura implica el que devolverle el valor de derecho al trabajo no implica directamente el asumir las condiciones en las que los niños y las niñas trabajan y viven; en este sentido las mal llamadas peores formas de “trabajo infantil” no son reconocidas como trabajo y se asume una postura concreta en relación con la explotación “no hay ninguna complacencia ni complicidad con las causas y los efectos de la pobreza. La pobreza no constituye el fundamento conceptual ni fáctico del trabajo infantil ni del trabajo humano en general”[13].
Es necesario, desde esta perspectiva, entrar en diálogo con los niños y niñas buscando en sus relatos qué significa el trabajo para ellos, cómo lo viven y lo valoran, “a través del trabajo aprendo, me divierto y puedo ayudarle a mi familia” obligándonos a dejar de lado las interpretaciones de los juicios morales que caracterizan la sociedad adulta bien permeada por discursos colonialistas.
INFANCIA TRABAJADORA, HACIA UNA NUEVA CULTURA DE LA INFANCIA.
Orientarse en el sujeto, significa en últimas “identificar las tendencias sociales que vayan mas allá del ser objeto de los niños trabajadores y favorezcan su ser sujeto”[14], es decir, promover espacios de participación protagónica en que los niños y niñas puedan tomar sus propias decisiones frente a su trabajo y propiciar escenarios para que actúen según su propio parecer y responsabilidad “ los y las nats queremos que nuestra voz sea tomada en cuenta, que los adultos entiendan que si trabajamos es porque queremos ayudar a nuestras familias, que comprendan que no somos el problema, sino que somos parte de la solución, ya que no somos el futuro somos el presente”[15]. Esta actitud pasa por la revisión de las condiciones dominantes de trabajo en donde se separan las esferas laborales del resto de actividades humanas, se marcan los límites entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre; es reinterpretar el trabajo como forma de creación de nuevas dinámicas al interior del hogar, de la comunidad y de la sociedad que permitan el desarrollo humano en su máxima expresión.
Esta nueva orientación señaliza que los niños y niñas trabajadores - no importa de que edad- son personas con sus propios derechos (sujetos de derechos) sujetos con características y habilidades especificas, que deben ser apreciadas y respetadas por sus compañeros (adultos) “queremos que los adultos dejen de pensar que solo queremos estudiar y jugar, queremos que se den cuenta que también podemos tomar decisiones y organizarnos y que por eso no dejamos de ser niños y niñas”[16] , esta visión del niño o la niña esta en oposición a la visión y practica social que ve y maneja a los niños como “objetos de cuidado y protección ”, considerando a los niños como sujetos sociales no niega la necesidad de ofrecer protección en ciertas circunstancias, pero se insiste en que esto no puede ocurrir a costa de su derechos a la participación y distribución del poder.
Es necesario pues concebir al niño, niña o adolescente trabajador como un ciudadano, en la medida en que posee razón, hace parte de un colectivo, es producto de una cultura y, a la vez, generador de cultura. El o ella son parte y complemento del grupo familiar, capaz de afectar y ser afectado por dicho grupo; un sujeto social de derechos, en formación y desarrollo de sus potencialidades y creatividad, a quien se le debe garantizar el goce pleno de sus derechos y la posibilidad de ser protagonista de su propio proyecto de vida, de manera que participe en la toma de decisiones en todos los niveles de su actividad social.
En este nuevo orden de ideas la actoría social, ya no es mas un “cliché” de algunos espacios sino una necesidad imperante en la sociedad contemporánea, avanzando hacia una nueva cultura de la infancia. Este concepto de nueva cultura de infancia, se relaciona con transformaciones de imaginarios y representaciones sociales en relación con formas diversas de ver y reconocer a los niños y las niñas como sujetos sociales de derechos, reconociéndoseles su ciudadanía. Ellos y ellas deben mirarse no sólo desde el ámbito privado o el ambito escolar y del juego, reconociéndoseles también en el ámbito publico, en relación con lo político, lo social, lo económico, lo cultural; lo que exige establecer rupturas epistemológicas que propendan por nuevos escenarios de dignidad, de nuevos enfoques pedagógicos, psicológicos, sociológicos y jurídicos que enaltezcan en el presente el ser niño o niña.
La nueva cultura de infancia está íntimamente relacionada con el protagonismo de los niños y niñas desde el principio del interés superior del niño, entendido este como un proceso dinámico de desarrollo social y político inherente a la persona que propende por su reconocimiento como ciudadanos, sustentada en principios de dignidad, identidad e igualdad, a partir del ejercicio pleno de sus derechos y la participación activa para la consecución de un proyecto integral, individual y colectivo.
BIBLIOGRAFIA
· ALEJANDRO CUSSIÁNOVICH V es miembro del equipo de IFEJANT, especialista en temas de infancia y adolescencia. Una versión reducidsa de este artículo se ha publicado en el nº 26 de la revista Pueblos, junio de 2007.
- BAQUERO, R Y NARODOWSKI, M. (1990), "Normatividad y Normalidad en Pedagogía", en: Revista Alternativas Año IV, Nº6, U. Nac. Del Centro, Tandil, Argentina, pp. 35-46.
- BAQUERO Y NARODOWSKI (1994), "¿Existe la infancia?", en: Revista IICE Año III Nº 6, Miño y Dávila, Bs.As. pp. 61-67.
- NARODOWSKI, M. (1994), "Cap. 2: El imperio del orden", en: "Infancia y Poder La conformación de la Pedagogía Moderna", Editorial Aique, Bs.As., pp. 61-107.
- NARODOWSKI, M. (1993), "Cap. 3:"La pedagogización de la infancia" en: "Infancia y Poder", Aique Bs. As. pp. 109-132.
· CUSSIANOVICH, A (2003) Niños, niñas y adolescentes: las paradojas de las peores formas. IFEJANT. Documento multicopiado.
- ORDÓÑEZ YAMHURE, PAOLA. PROMOCION DE LA CIUDADANIA EN PROGRAMAS DE INTERVENCION FRENTE AL TRABAJO INFANTIL: ANALISIS DE CASOS. Universidad Nacional de Colombia. Departamento de Psicologia. 2006.
- P. ARIÈS "El Niño y la Vida Familiar en el Antiguo Régimen", Ed. Taurus, Madrid, 1987.
- A. JIMÉNEZ. “Infancia, Ciudad y Narrativa”. Universidad Distrital Francisco José de Caldas – 2008.
[2] A. Jiménez. “Infancia, Ciudad y Narrativa”. Universidad Distrital Francisco José de Caldas – 2008.
[3] El porcentaje de niño trabajador, entre 10 y 14 años de edad, en Inglaterra y Gales, para 1851 es de 36.6% de niños y 19.9% de niñas; en 1911 desciende 18.3% niños y 10.4% de niñas. Ibíd. Pág. 34.
[6] Niño reciclador del sector del centro.
[9] ORDÓÑEZ YAMHURE, PAOLA. PROMOCION DE LA CIUDADANIA EN PROGRAMAS DE INTERVENCION FRENTE AL TRABAJO INFANTIL: ANALISIS DE CASOS. Universidad Nacional de Colombia. Departamento de Psicologia. 2006.
[10] Según Informe de la Defensoría del Pueblo publicado el 12 de Junio de 2008. Es de resaltar que según cifras del DANE 2008 tan solo 1´628.300 trabajan. Así como aparece en el TLC – aparte relacionado con Legislación Laboral – Art 17.7 la protección laboral para niños y menores, incluyendo una edad minima para la vinculación para el empleo y la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil.
[13] CUSSIANOVICH, A (2003) Niños, niñas y adolescentes: las paradojas de las peores formas. IFEJANT. Documento multicopiado.
[14] LIEBEL, M. Ibid.
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